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lunes, 23 de enero de 2017

Resurrección.

¿Cómo no te voy a querer cuando ves la luz detrás de mis ojos tristes y me regalas las palabras más bonitas que tienes?
Me sacas sonrisas sin pensarlo y me secas lágrimas, abrazas mi cuerpo con tacto de porcelana, desoyes las malas lenguas que dicen que no se pueden juntar la noche y el día.
¿Cómo no te voy a querer cuando has compartido conmigo una almohada en el infierno y me has elevado hasta el cielo que pisas?
Porque decir que pisas el suelo es decir que voy besando tu estela de pasos por la Tierra y tú, que has caído desde el mismo sol, no mereces posarte sobre mi mismo camino.
Atrévase alguien a poner en duda mi amor incondicional y tratar de dejar nuestros lazos en el rincón donde habita el olvido, porque sacaré entonces uñas y dientes defendiendo con fiereza tu nombre y no quedará piedra sobre piedra mientras aún intenten separarnos.
Voy a seguirte hasta el fin del mundo sin pensar en todo lo que pueda ganar o perder, voy a vivir quinientas vidas desafiando las leyes de la muerte, voy a darte toda la paz que te dé la razón, aunque vuelva a no ser y olvide sentir.
Que si la suerte fuese más destino y menos casualidad, gritaría a los cuatro vientos con la boca llena de afecto y reiría al son de la música de la vida. Sólo me silencio en parte para que no me tomen por loca al bendecir la maravillosa casualidad de haberte encontrado. Porque suerte es tenerte en esta vida que se cobra mi felicidad a cuenta gotas, suerte es quererte libre y que siempre vuelvas a mí.
Que el amor nos vuelve locos, o quiza sólo sea otra excusa más para quererte con locura.

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