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sábado, 27 de octubre de 2012

Viento del cambio.

¿Qué ocurre? No entiende nada. El mundo que conocía no es el mismo. Está cambiando para ella.
Su mundo se ha vuelto frío, calculador, siempre pensando en las consecuencias de los actos acometidos.
¿Qué está pasando? Hace nada estaba jugando y perdiendo la noción del tiempo entre casas, vestidos y muñecas.
¿Qué ha sido de esas tardes?¿Dónde se han quedado?
¿Y de aquellos veranos que parecían interminables, en los que se limitaba a ir a la playa y a trastear por los alrededores de su casa?
¿Es cosa suya, o el mundo se ha vuelto menos rosa y más gris? Ahora, todo aquello es lejano, y extraño lo que se le viene encima.
Los ojos se posan en ella con más frecuencia y dureza, como inspeccionándola, como si pudieran ver a través de su alma.
¿Porqué la miran así?¿Ha infringido alguna normativa?
Las mujeres la miran con superioridad, otras con recelo.
Los hombres con indiferencia, otras con... ¿porqué la miran como si fuera una delicatessen?
Basta. No quiere pensar. En su cabeza hay una tormenta de ideas que está tardando en despejarse.
Es noche cerrada ya. El cielo tiene un bonito color azul medianoche con la luna menguante y millones de estrellas suspendidas en él, que la cobijan. Como le gustaría tocarlas, sentir la luz y el calor que desprenden.
Brillan tanto, que le recuerdan a los preciosos ojos verdes de ese chico que ha conocido hace poco. Si estuviera ahí no le importaría compartir con él ese momento.
Pero, ¿qué le pasa?¿Se sentirá ella como los mayores, sentirá eso que llaman amor?
No, es imposible, tan pronto no, está segura.

Engranaje.

Corazón. Dulce e ingenuo corazón.
¿Qué haces, qué tramas, qué pretendes?
Me haces daño. Por favor, para. No sigas.
¿No me ves entre la espada y la pared?
Elige, por mucho que te duela hacerlo.
¿Acaso los afectados saldrán ilesos?
Uno de dos. No me vuelvas más loca de lo que estoy.
¿Cómo algo tan simple puede ser tan complejo?
Deja de retorcerte y de palpitar, y también,
¿Podrías dejar de acelerar cada vez que los ves?
No te hagas la víctima, porque tú eres el culpable.
¿Te importaría frenar tus gritos en silencio?
Cálmate, no llores más. No hay por qué hacerlo.
¿Entiendes por qué te hago elegir?
Si sufres tú, también yo, y eso implica más personas dañadas.

viernes, 12 de octubre de 2012

Tormenta de arena.

Me he dormido con un regusto dulce de alcohol en los labios.
Y me he despertado al amanecer, con marcas del beso de una fiera en el cuello.
No tengo sueño; estoy nerviosa y no entiendo por qué.
Intento dormir, lo juro, pero no soy capaz de pensar en otra cosa.
Traición.
Me quema todo el cuerpo.
No he hecho nada malo, ¿o sí?
Estoy perdida, confusa.
Mi mente vuela entre delirios de un etílico que no ha llegado a aparecer.
Jadeo y farfullo sin sentido, ni yo misma sé que pretendo decir.
¿Qué me voy a contar? Si ya lo sé todo, si poco a poco comienzo a recordar...
Estaba yo. Y estabas tú. No, tú no estabas. Estaba él.
Pero no sólo estaba él; estaban también sus manos, su pelo, su voz, su caricias, sus labios, sus ojos arrogantes...
Una cabeza que estalla aquí mismo, una flor que nace en algún lugar al mismo tiempo. Los pétalos se abren lentamente, saludando al sol mientras este los besa. La cabeza queda sostenida por un hilo ante el vacío de la amargura.
Sus ojos miran mis ojos, su manos sostienen las mías, sus labios se abren y se cierran al compás de la música, el aire arrastra el aroma de los productos que ha usado recientemente: champú, colonia, ginebra...
Las sensaciones se agolpan, mis sentidos pierden el norte, y yo... Termino por dejarme arrastrar, da igual a dónde vaya.
Una caricia suya en mi pómulo que desciende hasta el cuello, mis dedos que se aferran a sus hombros, un suave mordisco en cada una de mis muñecas, mi cintura que incita a soñar, sus manos que se deslizan ávidas...
Y apareciste tú. Pero no eras tú. Creía que eras tú. Tal vez esperaba que me rescatases. ¿De qué? No sufrí.
Miénteme, gritaste en mi mente. No quiero saber qué has hecho. Deja por una vez de lado la triste realidad.
No, cuéntamelo tú antes de que lo hagan otros, dijiste luego. Por favor, es lo único que te pido.
¿Lo llegaste a decir?¿Qué hubieras preferido decir en tal caso? Es todo mi cabeza... ¿o no todo?
Déjame sola, no quiero hablar, cierra la puerta, no me llames tan temprano, vuelve mejor mañana.