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martes, 30 de agosto de 2016

Luna.

Amenazan los demonios
con cernirse sobre tu cuerpo
solitario
esta noche
que aún tiene mucho que decir
pero sigues insistiendo
en abrir tus alas de plata
trampantojo de ilusiones
contra el abismo que se recorta
en tus límites imposibles
y al mirar tus cuencas vacías
me resisto a dejarte ir
otra vez
porque sé que mañana
serás más libertad
también más frío
y no podré contemplarte
con la misma pasión
que me hace imaginarte
menos indomable
y en la lejanía
el amor cerró hace mucho
la puerta
y dejó abierta
la ventana
para verte bailar al desnudo
entre metal y terciopelo
aprieto los dientes
con la misma saña
que me clavas tú los tuyos
y cierro las entrañas
de pensar en perderte
de terror por dolerme
decidiendo avanzar a ciegas
por las curvas peligrosas
de tu mortecina figura
hasta recostarme en los brazos
que coronan una espalda
esculpida en hueso y carne
desquiciante abrazo letal
que me mata el instinto
de salir corriendo
presa de mis deseos
y te descubre el amanecer
que se hiere
con el rojo de unos labios
brillando entre el azul
para verte dormir
sin luz visible
pero otra vez
vuelves a brillar
siempre vuelves
cuando al sol lo traga la mar.

jueves, 25 de agosto de 2016

Serendipia.

Quiéreme. Quiéreme aunque sea el final.
Porque todo puede ser y ya nada volverá a ser lo mismo: tu sonrisa descongela mis huesos y este mar se desborda por las pupilas; tus manos despliegan un mapa del abismo al que evito mirar, una amalgama de emociones que distan mucho entre sí y a la vez son una: el querer ser yo, y no más.
Y es que siento que puedo volar sin alas y respirar sin branquias, lo que me hace sentir coraje de león, cerebro de espantapájaros y corazón de hojalata. Puede decirse que vuelvo a Öz, sin tornado ni Totó, por un camino de baldosas amarillas que ya empezaba a cubrirse por el musgo. ¿Y por qué habría de querer volver a casa otra vez? Puesto que la lluvia, el frío y el viento gobiernan con una sola mano, sería suicida retornar al inhóspito clima al que me he acostumbrado.
Será entonces mejor dejarse las llaves encima de la mesa, aunque este alma de fuego sólo la visiten y vean pocas personas... Aunque este corazón de cristal tema hacerse pedazos una vez más, está dispuesto a latir de nuevo de forma diferente. Y sí, está dispuesto a desangrarse y dinamitar todos sus muros, barreras y trampas, todas las máscaras de seda que -con delicadeza y precisión- se ajustan a mi piel.
Qué locura, qué arrebato, qué pasión -y qué loca, qué impulsiva, qué apasionada-.
Qué palabras tan poco enigmáticas -y qué mujer tan al desnudo-, qué poco espacio queda para escribir en esta hoja a sucio -y que destructivo querer buscar otra hoja en blanco-.
Ven a buscarme en lo más alto o en lo más profundo, yo no sé dónde voy a estar... Sólo sé que será el paraíso hecho infierno, sólo sé que me dolerá todo el cuerpo.
Quiéreme. Quiéreme si yo no sé hacerlo.

sábado, 20 de agosto de 2016

Natürlich.

No sé muy bien cómo llegaste a aquellas aguas que tan en calma parecían estar.
Recuerdo que era una noche de brisa que demandaba ser escuchada, que no retrocedía ante los monstruos de la oscuridad. Sí, era poderosa y magnética, se escuchaba el eco de voces muertas y se respiraban los últimos halos de esperanza.
Sí, tú ibas vagando entre los cuerpos y las cosas tangibles, poniendo un poco aquí y otro poco allá de tu jovial esencia, susurrando palabras que bien podrían llegar a corazones de bromuro. Dejabas que el tiempo se escurriese entre los dedos, más aún que la cadena de un reloj de bolsillo, esperando que la mañana hiriese el cielo en todo su esplendor. Recorriste los mismos caminos ya conocidos, bostezando ante el automatismo de poder seguir con los ojos cerrados en el bosque que te rodeaba sin que lograse confundirte y perderte.
¿Cómo fue entonces que encontraste un nuevo sendero desconocido, estrecho y sinuoso, apenas iluminado?¿Qué te hizo arrojarte sobre él descuidando todas las precauciones que tenías por costumbre tomar?¿Fue la gloriosa aventura de enfrentarte a lo desconocido, dejando de lado el miedo que atenazaba tu frágil corazón?
Era una noche de brisa oscura y el camino olía a frutas, cereales y miel. Te detenías a inspirar aquello que cosquilleaba en tus sentidos: la madera de los árboles, la luz de las estrellas, el sonido del agua fluir... El momento te embriagaba y no conseguías pensar más allá del instinto, que paso tras paso, te llevó a las orillas de aquellas aguas que tan en calma parecían estar.
Y digo parecían, porque dentro de ellas las corrientes eran frías y fieras, y la oscuridad era tal que la boca de una fiera hubiese sido más amable de acogerte. Pero tú no lo viste, no cuando llegaste: el reflejo del claro de luna titilando sobre ellas hizo que te arrodillases ante un reflejo de tus propios sueños y buscases el contacto contra tu piel. Y antes aún de que pudieses verlo, emergió una cabeza sostenida por un cuello grácil y enhiesto, prístino a la luz del amanecer que empezaba a romper contra el firmamento. Cabeza perteneciente a un ser de cruel naturaleza, ¡ah!, ¿desconocías lo que es una ninfa? Son bellas como las hadas, aparecen y desaparecen de forma misteriosa, dejando extasiados a aquellos que pueden contemplarlas. Como tú, que detuviste tus dedos -y todo tu cuerpo- a escasos centímetros de las aguas, sintiendo la fría temperatura de estas en contraste con tus treinta y seis grados destemplados.
Qué ser humano tan curioso le debiste parecer si terminó por sonreír haciendo que le brillasen los ojos y se aproximó a tu lado calmosamente, como queriendo no asustarte. ¡Pobre idiota, cuán poco sabías de las ninfas! Ojalá que en ese entonces hubieses sabido más, porque entonces no te hubieses quedado esperándola. Pero, ¡oh, no!, tuviste que quedarte inmóvil tras recoger tu brazo y tratar de no molestarla.
Allí te quedaste, mientras ella se sostenía estática y gotas veloces se deslizaban por su cuerpo fuera del agua, haciendo el tiempo dilatarse en el espacio, momento digno de quedarse grabado en la memoria. Entonces ella te miró con los ojos limpios y profundos, asomando la primavera por el borde de sus pupilas y te ofreció su mano. Tú la miraste como un niño indeciso que duda si aferrar la mano desconocida o no y el espectro de su sonrisa hizo que entrases en confrontación interna.
*Ven conmigo* dijo ella dulcemente, pero de una forma tan solemne que algo, en tu fuero interno, te decía que era peligroso.
*No sé nadar muy bien* confesaste tú, mirando alternativamente sus ojos, su mano y el agua.
*No vamos a nadar* replicó la ninfa. *Vamos a sumergirnos donde convivo con otros seres.*
*No tengo seguridad de querer hacer eso, ¿qué hay ahí abajo que aquí no?* preguntaste temblando como una hoja. Había algo en ella que te incitaba a arrojarte de cabeza y a volver sobre tus pasos por la senda.
*Sueños, esperanzas, anhelos. Maravillas que no están destinadas a todos. Pero también hay demonios y oscuridad. Hay un mundo entero bajo estas aguas que es muy diferente a tu mundo: conocerlo te hará un nuevo ser.* respondió la ninfa, siendo sincera en sus espinosas palabras.
*¿Un nuevo ser?¿Cómo podría ser un nuevo ser?¿Existe alguna clase de embrujo o resurrección?* seguiste preguntando con curiosidad, aún intermitente en la orilla.
*No, no hay realmente nada de eso. Para ser un nuevo ser, sólo basta con destruir todo lo que se fue anteriormente* volvió a responderte ella, envenenado tu cabeza. *Sí, podrías renacer como algo nuevo* susurró con los ojos cerrados y respirando de forma casi imperceptible.
*Renacer... ¿Podría ser eso? Me gustaría ser alguien nuevo, dejar atrás todas las medallas que me han colgado. Nunca las pedí, nunca las quise; yo sólo quería ser yo, simplemente, y no me han dejado...* dijiste con tristeza, recordando todo aquello que quisiste ser y jamás te permitieron, todo aquello que amaste y odiaste e hiciste.
*Entonces ven conmigo. Toma mi mano y déjate llevar. Te prometo que no volverás a sentir eso. Olvidarás todo y reducirás tu esencia al mínimo esfuerzo.* dijo la dama de las aguas con una sonrisa cansada mientras bailaba con gracia en el elemento que la dominaba.
*¿Cuánto tiempo estaremos sumergidos? Porque...*
*El tiempo que haga falta para que vuelvas a nacer. Será un suspiro, todo será más rápido de lo que crees* alegó ella con firmeza. *Ven, es sencillo, ya verás. Es sencillo dejarse llevar por la corriente...* fluyó serena su voz entre las venas del amanecer, con algo que no podrías describir pero que determinó que estirases tu brazo hasta rozar con tus yemas sus delicados dedos.
¿Qué sentirías en ese contacto?¿Quizá llegaste a sentir calidez en la fría piel de un demonio?¿Te dio tiempo a sentir algo suyo antes de que el agua ya te rodease y tirase de ti hacia el fondo? Porque, en cuanto la tocaste, virasteis hacia las profundidades y te olvidaste de respirar durante unos instantes. Al menos pudiste ver qué habitaba en la oscuridad: unos ojos tan profundos que eran absolutamente negros, unas manos tan delicadas que eran como navajas cortando el agua, unos labios tan sensuales que eran el escondite de unos dientes afilados como agujas, un ser tan devastador que era el puente hacia tu más profundo letargo. Y sí, fue entonces cuando viste lo escandalosas que eran las corrientes y que no es posible sobrevivir sin salir a la superficie, pero ya no pudiste volver nunca más atrás.
Fuiste destruido y te convertiste en algo nuevo, sí.
Encontraste la paz y te quedaste para siempre en ese mundo.
Como un cadáver.

sábado, 13 de agosto de 2016

Resorte.

Terminó la costumbre de hacerte café a media tarde, de llevarte los zapatos por la mañana y de despertarme cuando te metías más tarde que yo en la cama. Terminó la costumbre de ponerse bufandas los domingos, de gastar los veranos en la playa y de seguir cuando lo pedías. Terminó la costumbre de acercarme sigilosa y sobresaltarte, de escuchar el eco de tus pasos por el pasillo y de llegar tarde a todas horas. Terminó la costumbre de esperarte en el portal, de sentirme pequeña entre tus brazos y de ver caer las perseidas. Terminó la costumbre de encontrarte la luz al final de las pupilas, de recordarte lo que quedaba por hacer y de quedarme callada si no había nada que decir. Terminó la costumbre de perseguirte por el campo, de sondear las olas del mar y de restarle importancia a las derrotas. Terminó la costumbre de enfrentarte con diplomacia, de pensar con cabeza cada movimiento y de perdonar cada palabra fuera de tono.
Y terminé por amar las máscaras y las mares embravecidas, la cerveza en grandes cantidades y el humo de vez en cuando, el reír a carcajadas y el detenerse a saludar, la música en cada esquina y los juegos de cartas, el viajar a todas partes y el vestirse como se quiera, la veloz adrenalina en el cuerpo y los besos porque sí.
Y terminamos por no volver a vernos.
Ahora sólo quedan recuerdos y poco más.
No nos queda un futuro más allá.
Ya no queda nada.
Nada.

lunes, 8 de agosto de 2016

Al silencio.

,Yo no quiero saber por qué lo hiciste
.yo no quiero contigo ni sin ti
,Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes
.es que mueras por mí

Pequeña y dulce chispa,
Tenías tanta prisa por crecer...
Toda esa tristeza tuya escondida
Con los ojos no se consigue ver.
Querías ver el mundo entero,
Tenerlo bajo tus diminutos pies,
Pero, ¡ay!, pequeña chispa,
Ciertas cosas no pueden ser.
Viajaste paralela a otro planeta,
Bañaste tus besos con sal,
Y entre cielos de intensos colores
Todo acaba por salir mal.
Qué dura se volvió la vida efímera
Cuando llegó el triste final,
Qué duros tus ojos de prisma
Cuando, dolida, atravesaste el cristal.
Metamorfoseaste en hi*dra venenosa,
De entera oscuridad corrompida.
Abandonabas todo mientras ibas
Preci*sa hacia la nictofóbica salida.
Tras aquella prematura sobrecarga
La luz nívea quedó extinguida,
Y ahora sólo queda tiempo de curar
Tus lastimosas heridas con saliva.

lunes, 1 de agosto de 2016

Fin del mundo.

Volver a tan amado lugar,
¡oh!, donde habita el corazón.
Alejarse y comprender al fin
qué desgarrador llega a ser
estar lejos del ser amado,
entendiendo que no hay belleza
igualable a la suya: nadie
tan fiera ni tan vieja
ni tan inquebrantable.
Alejarse y llorar por eso
que llamo patria, hogar,
religión, rendición,
buscando -en vano-
el mar recortando
contra verdes valles y
montañas y esperanzas.
Pero uno siempre vuelve
donde deja el corazón,
porque los primeros amores
echan sus raíces dentro
y no mueren jamás.
No, no podría olvidar
al amor de mis amores
tan fácil como otros
olvidan sus orígenes y
nacen -otra vez- distintos.
No podría olvidar la felicidad
de sentir la lluvia sobre la piel
y el aire puro y la tierra húmeda
bajo los pies en medio de la nada,
la sensación de libertad,
el misticismo entre carbayos,
el salitre adherido a la ropa y
la salvaje naturaleza hechizante.
Vuelvo a ti imantada, amada
del norte tras el muro,
esperando que me acojas
en tus brazos nudosos y sabios
bajo el tenue sol que se esconde
mientras nacen arcoiris y la vida
florece a nuestro alrededor,
supurando mitología en cada recodo
y empapando mis ojos de la niñez
que aún mantienen los poetas
al verte viva como nunca, aunque
algo abandonada desde 80 años
y algo más, pero siempre
inmortal al paso del tiempo.
Así que, tras larga y sufrida
espera al sol naciente,
vuelvo al poniente de mi alma
y de mis sueños indómitos,
a bañarme contigo en ríos
impetuosos y bailar
con las gaitas que insuflan
el deseo de escanciar
para devolverte
todo lo que nos das.
Que tú eres mi alfa y mi omega
y brindo por ti allá donde voy,
llevada por el orgullo de ser
-aunque viva entre
frío y oscuridad-,
y abandonarme a tus encantos.
Me postro ante ti y permito
que raptes mi corazón
-una vez más y no la última-,
amada mía, amada tierra,
amada Asturias.