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domingo, 24 de septiembre de 2017

Infierno.

Sabes que, cada vez que quieras verme, apartarás la vista del suelo y mirarás hacia atrás buscando una sonrisa cómplice, de esas que no se oxidan ni aún cuando está lloviendo.
Quizá entre luces iluminando el humo que flota entre los cuerpos, quizá entre sombras que esconden lo que algunas se niegan a aceptar.
Se escucharán risas y música, voces por debajo del ruido y golpes por encima de las mesas.
Mendigaremos cigarrillos, que han de consumirse en unos labios que han olvidado el verbo amar, y ahogaremos penas en los últimos tragos.
Estaremos dobladas como el acero al calor, buscando renacer como el ave fénix hasta el próximo día, tratando de olvidar todo aquello que alguna vez nos hizo daño.
Volaremos por encima de las masas que se aglomeran como sopa caliente: con la cabeza lejos, en otro tiempo y otra dimensión; con los ojos rojos, cerrados al silencio y abiertos a la verdad.
Creeremos pisar el paraíso atrapado en un lúgubre callejón y estaremos mordiendo manzanas envenenadas, rodeadas de serpientes listas para saltar sobre el cuello.
Se despertarán nuestros demonios y saldrán a la luz de las llamas, bailando y retorciéndose de forma antinatural.
Se nos secará la boca y escupiremos con rabia todo el veneno que guardamos dentro, y seremos menos y más tú, yo, nosotras, distintas pero iguales.
Trataremos de encontrar la salida, aunque sea a tientas o a gatas, ciegas que no saben apartar el dolor de otra forma menos humillante.
Quizá nosotras también hayamos olvidado el verbo amar ligado a la propiocepción, y otros tantos términos y conceptos que dificultarían la caída.
Porque ya sabes que, mientras actuemos como pobres diablos, no estaremos listas para pasar al purgatorio.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Cortocircuito.

Dile a Cupido que no llame más, que esta vez no quiero que me encuentre porque cinco besos no compensan tanto daño.
Y si puedes, clávale una de sus flechas envenenadas justo en el corazón, hasta atravesarle el pecho y gotear sangre sobre la columna.
Dile que ha vuelto a despertarse el lobo a la llegada del invierno, con sed de sangre y famélico, los dientes afilados del que espera la presa.
Cuéntale que me han visto otra vez delirando, que he mordido el polvo y de motas de polvo y sudor me he cubierto la piel, a expensas del dolor.
Que la corriente es más fría cada vez y el fuego baila de extremo a extremo, porque aquella aprendiz de dragón ya supera al maestro y puede exhalar humo sin atragantarse.
Ven a reírte del nombre que tantas vidas se cobra a golpe de suerte y morréate con la persona que más odies, cubre tu risa con un manto de locura transitoria.
Si se cree un dios al que rezar fervorosamente, voy a empezar a poner velas para el diablo, porque la mayoría de los candados que se cierran no sólo pierden la llave.
Confieso que me da por buscar el mar dentro de un vaso de ginebra y me ahogo en la tercera ola, cuando el amanecer comienza a desfilar.
Es verdad que no sé quedarme quieta y me pierde el perfume letal, y ya no puedo gemir buscando sexo como quien dice te quiero.
Cuéntale que mis sonrisas se quiebran con ofensivas lágrimas descontroladas, aunque tienda a llevar la mejor máscara que una vez supe crear.
Hazle aullar de dolor por cada una de las veces que me tuvo a mí de rodillas esperando un milagro, con los ojos cansados de buscar estrellas fugaces.
Y que su recuerdo vuele tan lejos que olvide hasta su nombre, que marche sin pena ni gloria por desenredarse de mis costados repletos de cicatrices.
Busca su sombra y descósela, pero explícale que Wendy esta vez no ayudará a Peter, que este tiene que dejarse de cuentos y crecer de una vez.