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jueves, 24 de diciembre de 2015

Contracorriente.

Lo que más duele, dolió o va a doler no es la curiosa y cruel circunstancia de que 7 sean los pecados capitales, que 7 sea parte de mi número favorito y que 7 sean los amantes que he atravesado con mis labios en tu nombre, o al revés.
Lo que más duele es que te envuelva en una sacudida eléctrica sin dejar de sonreír, con esa maldita sonrisa feroz que tanto quieres morder y abrirle las costuras; que ese relámpago te envíe a tu próximo camino, a la boca de lo desconocido. Después de haber conseguido avanzar y salir de la zona de confort... "Algo verdaderamente increíble, he de decir: nunca lo creí capaz." Tras finalmente conseguir formar un todo, y cuando digo todo me refiero a la importancia que tuvo, tiene y tendrá esta historia, llegó el rayo que precede a la tormenta, dejando de respetar treguas y fronteras.
Lo que más dolió fue tener que guardar nuestras vidas enteras en las maletas, aunque nunca hubiesen estado realmente en un solo lugar, pues tenemos por costumbre anochar en varias personas. Sí, tener que hacer una elección que era sólo mía, tener que decir adiós por -puede que- última vez. Quizá sea así como debe ser, llevar cada alterada vida por su justo camino, y aunque fuese dicho muchas veces "cambiaría mi forma de ser por ti, para que todo fuese mejor", no importa ya; bien sabes que se intentó todo, pero no fue suficiente.
Lo que más va a doler es lo único que se me ocurre decir, que después de todo, seguiremos en el camino. Decir que todo terminó pero seguimos amándonos igual, queriendo no hacernos daño. Decir que pecamos y enviarnos al infierno, decir ingenuos masoquistas si volvemos a cerrar los ojos. Decir que fuimos la persona favorita del planeta, decir que fuimos la peor por saber jugar las cartas. Decir que sólo visitábamos los fines de semana y cuando pasamos a entregarnos en cuerpo, mente y alma, acabamos por perdernos. Decir que nada es eterno y encerrar el mar en las pupilas, el fuego en la sangre, el viento en la garganta y la tierra en los labios. Decir que siempre nos llevaremos guardados dentro, por intentar curar nuestros rotos corazones y vidas.