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miércoles, 17 de junio de 2015

Este del Edén.

Si me preguntas qué quiero, gritaré a ti. En mi cabeza. Con rabia, con dolor, con locura. Y diré, en voz alta, tras un sepulcral silencio, que me encuentro bien.
Porque no hay nada como la dulce agonía de que me mires sin ver y te engañes de la cruel realidad que soy, después de la muerte que aconteció en tu pecho. Porque me ves con los ojos llenos de amor, las pupilas dilatadas en la naturaleza de tus iris, y me apetece que mueras algo más de la cuenta.
Me haces sentir tan pequeña, tan infinita, tan inocente, tan sabia, tan horrible, tan sirena, tan atómica, tan marchita... Me haces ir en dirección oeste, en busca del Edén; y si no es el Edén, será el Nirvana; y si no el Valhala, y si no el Olympo, pero no quiero detenerme hasta encontrar un paraíso terrenal mientras vivas.
Voy a evitar el breve hueco que le ceden los días a las noches, arañando las tardes en busca de segundos donde poder cerrar los ojos y besarte con ganas. Hasta quedarme sin aliento, hasta romperte los capilares, hasta secarme las ideas y hasta vaciarte las entrañas. Para dejarme fuera de mí... No te imaginas cuánto quiero que me hagas perder la noción del espacio-tiempo.
Aunque no haya querido admitirlo y haya puesto barreras constantemente, llámalas también disculpas, serás parte de mí toda mi vida: todo lo que fue, todo lo que es, todo lo que será. ¿Cómo no recordarte esquivando conversar conmigo tiempo atrás?¿Cómo olvidar la primera media sonrisa dedicada?¿Cómo eliminar un trozo de alma sin que la brecha me destruya?
Más de una vez el orgullo se quejó a gritos, pero nunca suelo escuchar cuando algo tan provocador me insta a perseguirlo, así que sigo lo que me parece buscar el corazón. Cuando realmente se quiere algo, uno no se detiene ante nada ni nadie hasta conseguirlo. Y da igual la de veces que no haya sabido encajar los golpes o las llamadas, encontraré un atajo que me lleve más rápido al infierno.
Sé que te quiero, cada vez más y más; con las cosas claras, como un perro fiel, en pos del fin del mundo. Pero aunque me consuma lentamente, no me oirás hablar alguna vez del amor a medida en lo tocante a mi persona. Podré hablar de grandes amores, los cuales son alocados, detonantes, salvajes, libres... Piden probarlos. ¿Y quién soy yo para no hacerlo si ya he pecado 7 veces?
Nunca antes supe comedirme, que son demonios mis deseos... Cuando haya explorado cada centímetro de tu materia y mis sentidos de alerta se mantengan en stand by, buscaré morderte el alma sin despegar los labios, porque podría creer que mi mundo sería más fácil si no vuelves, pero entonces ya no sería mi mundo si no estás en él.