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lunes, 25 de enero de 2016

Cohete.

Qué te voy a contar de esa muchacha que incendia ciudades. Arrasa tierras, mares, cielos; lo que se le encuentre.
Podría incinerarte y no te darías cuenta del momento en que va a prender la llama. Estarías tan absorto descifrando sus ojos de espiral que, cuando te vieses reflejado en ellos, sólo verías fuego crepitante.
Que te voy a contar de esa muchacha que suma inviernos. Las primaveras le traen deshielo a los labios y hacen de su cabeza psicodelia.
Podría no contar contigo y aún así soplarte tártaro directo a tus pulmones. Estarías tan paralizado por el hielo que, cuando sintieses el calor punzante, se habría vuelto humo y dejaría que la llevase el aire.
Que te voy a contar de esa muchacha que besa estrellas. La noche la despierta por las mañanas mientras el sol se cubre tímido, como eclipsado.
Podría besarte los párpados y devolverte la luz que alguna vez te fue arrebatada. Estarías tan pausado que, cuando vieses con total claridad el mundo que te rodea, comenzarías a razonar a velocidades vertiginosas.
Que te voy a contar de esa muchacha que baila colores. La sinfonía azul y verde no se compara a la rojinegra.
Podría leerte la escala de naranja atardecer y convertirte en un bello prisma. Estarías tan puro y cristalino que, aún queriendo encerrarlo dentro, se te escaparía el más grande secreto.
Que te voy a contar de esa muchacha que escribe emociones. La tinta corre por sus venas, llenándola, agitándola, murmurándola.
Podría darte a probar una de sus palabras concebidas de metástasis, por gratificar la tentación de codearse con las musas. Estarías tan desconcertado con esa mente impropia que, suave y lentamente, el dulce veneno te exprimiría hasta secar las hojas que forman tu piel.