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jueves, 26 de enero de 2017

Colmillos con cuerpo.

Si nos tomamos ese café que siempre dejamos pendiente, se nos acabarían las excusas para no vernos y volveríamos a entrar en la cama con el mismo frío que cubre mis manos.
No te podría mirar a los ojos sin tratar de arañarlos ni tú me podrías abrazar sin guardar un puñal entre los dedos, al menos mientras tengamos odio acumulado corriendo por las venas.
Más quisiera yo saber perdonar tus arranques pasionales e intentos de reducción. Sería todo más fácil y podría mirarte a la cara con verdadera indiferencia. Pero ya ves que sigo sin encontrar la forma de sonreír sincera ante tu estúpida mueca de burla.
Trato de escapar de tus brazos extendiéndose hacia mí como hiedra venenosa y evito que tus labios se adhieran a mi piel con la misma facilidad que antaño. Pensarte inocente fue la mejor mentira que supiste elaborar y ahora todos esos muros se están cayendo, dejando a la vista -y no a la imaginación- tu retorcida silueta contra el horizonte.
Y para verte a contraluz, antes me arranco las venas y muero libre aunque sea a tu sombra. No pudiste ni podrás cortar las alas que se abren en mi espalda, no cuando me mantengo en pie preparada para la batalla que va a abrirse paso por las gargantas. Puedes ser todo lo fiera que te atrevas, prometo responder en igual medida de cruel sinceridad.
¿Para qué vas a llamarme cuando no voy a responder? Hace tiempo que dejé de complacer tus apetencias y solté la cadena que te oprimía; me desentiendo de lo que te pase desde entonces. Si quieres verme, vas a tener que venir a buscarme detrás del espejo y arañar la superficie para que tenga en cuenta tus palabras. ¿Acaso pensabas que lo que digas de mí afectará de otra forma el modo en que me suelto el pelo?
Cuando te confíes para enfrentarte a la triste realidad, búscame donde nace la pena y afila la lengua de navaja que, pudiendo disparar dos veces por segundo, descargaré sobre tu cabeza toda la metralla.

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