Si bien me alegro de coger trenes sin cesar, también echo de menos detenerme un rato en eso que llaman hogar. Ya sabéis, ese lugar al que una llega y se encuentra envuelta en una sensación de calidez propia del cariño, aunque esté a veinte bajo cero.
Que siempre es lo mismo: Haz la maleta que toca viajar. Aún no está muy claro dónde, pero ya se verá conforme se avance. No te preocupes, que tú siempre encuentras donde pasar la noche; será por camas, ¿no? Venga, no tardes mucho y a vivir experiencias, que la vida son dos días y quedarte aquí encerrada te corta las alas.
Y ahí voy yo: a cambiar de piel y de sonrisa, a pronunciar otras palabras y a aceptar la aventura. Aunque tal vez en ese momento no me apetezca y sólo quiera decir: Cinco minutos más.
No sé, dejarse de tanto viaje a otros lugares y empezar a enraizarme donde me encuentre bien. Si no, al final acabo siendo de ninguna parte y dejo de encontrarme.
¿Pero qué decir cuando confían en que viajes lejos y no hagas de la partida un drama? Cuando, con una palmada en el hombro y una sonrisa pintada, te desean lo mejor; y aunque alguien en verdad desee que ojalá te mueras por el camino, calla. ¿Qué hacer?¿Gritar y decir que eso no es lo que quieres?¿Encadenarte a una pared a la voz de "yo de aquí no me muevo"?¿Acaso pretender demostrar una sarta de emociones y sentimientos que a todo el mundo le importa menos que nada? Pues no, porque a eso le llaman egoísmo, y ya que te ofrecen una oportunidad sin igual, les tienes que poner buena cara y conformarte con lo que -a veces- no quieres.
Entonces, habiéndote resignado y ya cuando te has subido a un par de trenes por trasbordo, echas de menos eso que llamas hogar. Ya sabes, un lugar donde te encuentras y lo sientes tu patria y bandera, aunque a veces quieras restarle importancia; allí donde comienzas a entender qué es eso que llamamos amor.
Que siempre es lo mismo: Haz la maleta que toca viajar. Aún no está muy claro dónde, pero ya se verá conforme se avance. No te preocupes, que tú siempre encuentras donde pasar la noche; será por camas, ¿no? Venga, no tardes mucho y a vivir experiencias, que la vida son dos días y quedarte aquí encerrada te corta las alas.
Y ahí voy yo: a cambiar de piel y de sonrisa, a pronunciar otras palabras y a aceptar la aventura. Aunque tal vez en ese momento no me apetezca y sólo quiera decir: Cinco minutos más.
No sé, dejarse de tanto viaje a otros lugares y empezar a enraizarme donde me encuentre bien. Si no, al final acabo siendo de ninguna parte y dejo de encontrarme.
¿Pero qué decir cuando confían en que viajes lejos y no hagas de la partida un drama? Cuando, con una palmada en el hombro y una sonrisa pintada, te desean lo mejor; y aunque alguien en verdad desee que ojalá te mueras por el camino, calla. ¿Qué hacer?¿Gritar y decir que eso no es lo que quieres?¿Encadenarte a una pared a la voz de "yo de aquí no me muevo"?¿Acaso pretender demostrar una sarta de emociones y sentimientos que a todo el mundo le importa menos que nada? Pues no, porque a eso le llaman egoísmo, y ya que te ofrecen una oportunidad sin igual, les tienes que poner buena cara y conformarte con lo que -a veces- no quieres.
Entonces, habiéndote resignado y ya cuando te has subido a un par de trenes por trasbordo, echas de menos eso que llamas hogar. Ya sabes, un lugar donde te encuentras y lo sientes tu patria y bandera, aunque a veces quieras restarle importancia; allí donde comienzas a entender qué es eso que llamamos amor.
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