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viernes, 2 de mayo de 2014

En la piel.

Vuelve.
No lo soporto.
Te veo, te siento, y estás, en cambio, tan lejos.
No consigo olvidarte, no quiero olvidarte.
Mi habitación está empapada por tus recuerdos, cada rincón esconde alguna de tus caricias.
Es en noches como esta cuando me apetece que aparezcas por la puerta, con una sonrisa que te llena todo el rostro y que hace pensar que no hay nada de lo qué preocuparse; me apetece que te internes en mi cama, buscando mi calor, dándome un abrazo que haga se se me rompan y suelden las costillas a cada segundo. Que me mires a los ojos, me des un beso en las sienes, y consigas hacerme llorar, depurar el dolor interno, y prometerme que vas a cuidar de mí, que vas a estar siempre.
Hay veces en las que quiero hablarte, pero no sé cómo empezar, qué decir, qué hacer, qué discurrir, si voy a molestar. Y tú nunca me hablas, cosa que me disgusta terriblemente, y yo muero. Así, como idiotas, estamos sin hablarnos, esperando a que la situación sea propicia. ¿Cuándo saber si lo es o no? No es tan difícil dirigir un saludo, enviar varios recuerdos, mandar todos los besos pendientes.
Mis ojos, mis tristes ojos, mis cansados ojos, mis doloridos ojos, mis rotos ojos, mis descosidos ojos, te buscan desesperados. ¿Entre qué sombras te ocultas, te apartas de ellos?¿Por qué lo haces?¿Qué han hecho? Sólo eran sinceros, no se callaban nada de lo que querían decirte, no querían hacerlo porque te amaban con intensidad, y lo siguen haciendo, ¿o es que no lo ves cuando miras el interior de mis pupilas?
Clemencia, piedad, misericordia.
Vuelve conmigo.
O arráncame el corazón.
Estás ahí, sigues ahí, incluso a veces vuelves a mí, pero yo nunca estoy atenta cuando eso ocurre.
Sal a caminar por las calles con paso ágil, sal de mis recuerdos y materialízate ante mí. Agarra mis muñecas cuando esté débil, no dejes que sangren otra vez, limpia mi mente de negatividad. Sostén mi cuerpo inerte entre tus brazos cuando cruces la frontera, corta mis endurecidas venas de titanio. Abre las costuras de mis labios, insufla el aire de la vida a mis pulmones, dame tu protección. Dime que me sigues queriendo, aunque ya no pueda verte, aunque me hayas roto el corazón, aunque nos hayamos alejado bruscamente.
Vuelve.
O iré yo a por ti a buscarte.
Y tú verás, qué es lo que más te conviene.
No es justo. Dijiste que te ibas cuando ya te habías marchado, mandaste un beso cargado de emoción y espectros de lágrimas jamás derramadas, viraste hacia arriba mientras soltabas mi cuerpo, abandonándome frente a las puertas de Morfeo y Fortuna.
Como un perro fiel, que esperará a su dueño toda la vida, yo sigo pacientemente esperando, a que vuelvas a por mí, mientras loca, locamente te quiero, mientras viva, vivamente te adoro, mientras nueva, nuevamente te lloro.

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