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miércoles, 7 de enero de 2015

Recámara.

Cae la noche, y qué sentida es tu ausencia.
Me faltan tu voz, tus besos, tus ojos claros, tu facilidad para hacerme reír.
Me faltas, y no me dueles.
Ya no.
Así que todo te vaya bien, que si volvemos a vernos sea envuelto en esa aura de seguridad.
No pienso desestabilizarte una vez más. Nunca fue positivo ese hecho, así que no esperes que te sorprenda nuevamente y te deje sin palabras.
Mirarte se ha convertido en una casualidad; ya no es intencionado o por error. Eso es, hay paz en mi interior. Abrir la caja de recuerdos, o los cajones, ya no hace ningún mal.
Puede parecer contradictorio... Ya sabes, echarte de menos y echarte de más al mismo tiempo. Pero soy una persona de metástasis catastróficas, y lo sabes tú bien.
No obstante, cerca de la confusión ajena y lejos de la agitación propia, puedo recordar alegre y feroz el pasado, puedo bailar contigo bajo una melodía tejida con recuerdos.
Y encontrar paz.
El mar bravío de tormentas acusadas que es mi corazón ya sabe encontrar la calma, ese ancla perdida en lo profundo de las aguas que consigue detener toda esta locura.
Locura de cabeza, y no de cuerpo, que bien se sabe que no va más allá de mis fronteras. Nunca dejaría que te inyectases, tú o cualquier otra persona, mi tinta en las venas.
No pierdas el tiempo desentrañando mi sonrisa carente de doble fondo, ni tampoco recordando cada una de mis vértebras. Que mi risa es aliada y sin rencores; que mis manos ya no vuelan ni reclaman a tu cuerpo; que mis ojos no te engañan ni se han comedido.
Deja la sonrisa tirante, que ya no te voy a clavar otra daga en el pecho. Tan sólo deja que suceda el tiempo, ve a la deriva, fluye como la sangre. Vuelve a mí, de forma amistosa y cordial. Te necesito, lo suficiente como para seguir abrazando ese trozo de pasado; pero no creas por ello, querido, que volver a mi reino de inestabilidad va a ser tan fácil la próxima vez.
Ya podemos dejarnos de juegos tontos para enamorados. Que a lo nuestro no es el amor, precisamente, lo que lo une. Igualmente, dejemos a un lado cualquier conexión y empecemos a compartir, en forma de lo que quieras, la felicidad latente cuando nos hablamos de tú o tú, de usted a usted o de cosa a cosa.

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