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lunes, 21 de julio de 2014

Relicario de cenizas.

¿Quién soy?¿Qué quiero? No lo sé. No sé nada.
Pienso que sé exactamente lo que voy a hacer, que he determinado mi futuro, que los pasos de hoy me llevarán a donde imagino y deseo. Pero esos pasos son inestables, y lo que hoy parece oro, mañana te puedes encontrar con la sorpresa de que resulta estaño. Una decisión hoy, es el futuro dentro de unos segundos, enlazada con un mañana más lejano. Hay pasos que se deben dar muy seguros, que determinen lo que quieres ser o tener. Y hay pasos que puedes dar en falso, creyendo que no son importantes. Te puedes equivocar, como humano; más aún, errar es humano. Pero nunca te equivoques al pensar que una decisión es menos válida que otra; eso jamás. Todas las decisiones son igual de importantes.
No sé exactamente a dónde voy, dando tumbos, perdida en una mezcla de sensaciones mientras el mundo se pudre y se consume, la sociedad se ataca y se abandona, la vida se deteriora y se ahoga.
Ya no soy capaz de mirarme al espejo y notar la perfección, ya no consigo autoimponerme retos y volver a ser lo que era, ya no puedo arrasar inocentemente y amanecer acompañada de personas a quienes importo, ya no logro recuperar la personalidad arrolladora de antaño y preocuparme por quienes me importan.
¿Qué ha pasado?¿Por qué tengo la sensación de tropezar constantemente? He cambiado muchísimo. Desconcierta este cambio tan radical.
Ya no sé en qué creer, en quién creer y si merece la pena creer en algo. Sigo existiendo en cuerpo: siguen siendo mis huesos, mi piel, mis músculos, mis órganos; pero ya no los reconozco. Será la voluntad, la esencia, que los transforma, que me hace repudiarlos, viendo la función que poseen en estos tiempos quebradizos y entenebrecidos. ¿Sigo existiendo? Me veo tan muerta, aunque siga respirando, aunque fluya la sangre, aunque reflejamente responda, aunque grite en silencio...
La luz de detrás de los ojos, nunca se la he dado, pero he dejado que se apagara, que muriese lentamente, mientras intentaba atraparme a mí misma antes de caer. Nunca he sabido sostener las velas, hasta el más mínimo golpe de viento las ha apagado todas; por suerte, ahora ya estoy acostumbrada a ver en la oscuridad.
¿Cuándo decidió Fortuna dejar de sonreírme?¿Dónde está escondida la magia? Quien antes era entretenido, ya no consigue quitarme el aburrimiento; por quien antes corría para estar a su lado, ya no le quiero ni ver. Demasiado efímero, demasiado tarde. Sólo soy capaz de entregar recuerdos congelados, antes de que el tiempo se vuelva frío. Tal vez, si pudiese, estaría entregando eternamente recuerdos, pero los momentos pasan, la vida continúa, y me limito a vivir en el recuerdo. Lo que ves, ya ha sucedido, ya es pasado, ya no volverá, nunca jamás. ¿Ya me he olvidado de todo? Tengo recuerdos, aparentemente reales, tal vez modificados para mi bien. Diferenciar apariencia y realidad no es tan fácil como me han hecho creer. Puedo vivir en una mentira constante, engañándome a mí misma, diciéndome que todo saldrá bien siempre, como yo quiera.
A veces vienen a visitarme los fantasmas del pasado, en recuerdos o en escenas que yo querría que hubiesen sucedido, sin estar segura de que pudieron suceder. Me interno en la cama, entre sábanas frías, y sólo ellos pueden entrar. La ventana está abierta, la puerta cerrada, y la habitación revienta de música, poesía y estupefacientes. Espero pacientemente con los ojos cerrados, a veces deseando no abrirlos jamás. Pero siempre los abro, teñidos de memorias irrecuperables, acusadores contra el tiempo, cansados de parpadear entre la tormenta.
Y siento que he perdido, porque aquellos que se fueron, podrán amar a otras personas como me amaron a mí; pero yo no volveré a tener a alguien que me ame como ellos me amaron.

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