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martes, 1 de julio de 2014

Llegar al sol.

¿Cómo quieres que me tumbe a tu lado y haga como que nada ha sucedido?
Si me acerco sigilosamente y, desde detrás de tu espalda, percibo que sonríes porque ya me has visto, mientras el mundo para mí vibra con la respiración que profesas cansadamente.
Si me coloco enfrente tuyo buscando ansiosamente cualquier contacto físico o mental, que me demuestre que no es un sueño y estás justo ahí, sentado con las piernas cruzadas.
Si te devuelvo la sonrisa y me inundo en tus ojos claros y profundos, que me enredan en el más profundo abismo de todo tu ser, que me impiden ver la luz del día.
Si tiras de mí, provocando que me caiga encima tuyo y te aplaste, y ríes mientras pegas tu rostro cerca del mío con los ojos risueños, soñadores, alegres, niños.
Si me abrazas fuertemente contra tu pecho, como si quisieses impedirme respirar, y con el rítmico sonido que generan los labios al posarse sobre mí, me besas las sienes.

Y no lo ves, me confundes: mi mente fluctúa en divagaciones incesantes y maleables, mi cuerpo se abandona a la suerte de estar a tu lado, mi ser se embota de todo el aire que pasa por mis pulmones, mi alma se alimenta de tristezas y alegrías.

¿Cómo quieres que permanezca a tu vera y olvide todo lo que ocurrió?
Si estoy a tu lado, pero estando sin estar ya que, ni yo pertenezco a tu mundo ni tú perteneces al mío, mientras nos conformamos con vernos tras el cristal.
Si te acaricio las manos y no siento la calidez de antaño, no siento la suavidad de hace tiempo, no siento tu mortal presencia, no siento que estamos vivos, no siento.
Si se palpa la tensión del ambiente, que nos aprieta forzosamente el uno contra el otro, como cadenas enrolladas alrededor de los cuerpos que se debaten buscando escapatoria.
Si contemplo admirada tu rostro aterciopelado, marcado por el dolor, sin que me permitas abandonarme en la dimensión donde me hallo y comenzar a llorar.
Si es ahora cuando me atrevo a abrir los ojos, que están ciegos de no verte, y maldigo la tardanza que he procurado en hacerlo, pensando que el llegar a tiempo no está hecho para mí.

Y no lo percibes, me desvelas; mi cabello se esparce y desordena con el nordeste que nunca sopla, mis huesos se moldean con cada presión que ejerces en ellos, mis pestañas se parten con el agua que emana de las copas vacías, mi piel se eriza cada vez que rozo lo intangible.

¿Cómo pretendes que te quiera y deje de lado el silencio del inmenso vacío?
Si con los ojos empañados, me observas sin reconocer a la persona que soy, a la persona que has moldeado, a la persona que has amado.
Si el tiempo avanza y pasa factura, te busco y nunca te encuentro, nos sobran los motivos para alejarnos,  llegamos siempre tarde cuando hemos de tomar buenas decisiones.
Si pretendes que, sin tu apoyo y protección, siga caminando apartada del dolor, sonriendo como una verdadera heroína mientras el corazón llora tu eterna huida.
Si llegaste al fondo de mi alma, sopesando que tal vez ya estuvieses ahí desde antes de que tuviese noción del tiempo, y en estos momentos te evades de la situación.
Si has roto dos cosas que nunca han de romperse, mientras trato de reír si lloro, y trato de llorar si río, porque sé que tengo motivos para hacerlo sin temor a ser descubierta.

Y no lo sientes, me muero; mi vida se consume como una vela que tilila en un rincón, mi aliento empaña los cristales de tu voz callada, mi esencia se encierra en su propio interior compadeciéndose a sí misma, mi libertad se desvanece en un desgarrador grito teñido de devastación.

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