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miércoles, 16 de julio de 2014

Bala de tungsteno.

Mira a quién estás intentando querer.
Soy buena chica, todos lo dicen. Pero ya no sé, siempre retorno al abismo, todas las noches vuelvo a no ser, vuelvo a caer. Termino por juntarme otra vez a causas perdidas, fundirme con fuego, unirme en esencia. Y me odio, y las odio, y quisiera escribirlas en mi lista del olvido, incinerarla, y echar las cenizas a volar. He dejado de reconocer en los espejos a la figura de antaño, tal vez se ha ido para siempre. En su lugar hay un espectro, fanático practicante de los siete pecados capitales, con una mueca en lugar se sonrisa, pupilas dilatadas por feniletilamina artificial, vicios en exceso.
Tiene que haber un pensamiento racional tras esa apariencia que te gastas de impulsivo, de espontáneo, de ingenuo. Deja de ver el mundo exterior, el físico, la cara bonita, la piel que cubre los huesos, el conjunto de voluptuosas curvaturas; y abre los ojos al corazón. Pero ábrelos bien, ábrelos en serio, ábrelos para ver todo con claridad. No puedes pretender vivir en una mentira, donde no existe maldad pura y cualquier hecho o acción está justificado. Eso no es vivir de verdad: es como si vieses las balas salir directas a tu pecho cuando aprieto el gatillo e imaginas, en esos instantes, que no tienen objetivo, que son inofensivas; imaginas que, en el fondo, hay una razón de ser o actuar justificada, aunque nunca la encontrases.
No eres tú quien, en mi renacer, como renace un ave fénix de sus cenizas, hará que ardan más rápido las llamas y así evitarme tanto sufrimiento, tanta tortura. No eres tú quien, después de tanto tiempo acostándome con cuantos quisiera, y amaneciendo al día siguiente sola, reciba el mejor de los buenos días que a alguien le podría desear, por el hecho de encontrarse a mi lado, al abrir los ojos, tras volver del letargo de Morfeo. No estás obligado a tener que soportar mis cambios de humor tan radicales, la risa loca e incontenida que, sin previo aviso, se transforma en un llanto desconsolado y desgarrador. No tienes por qué presenciar como destrozo mi vida, la agito y le doy la vuelta, la tiro al suelo y la piso, la pongo patas arriba, la recojo y la arrugo, la estiro y la reciclo. No hace falta que escuches mis lloros y lamentos, las enfermizas historias de amor fallido, los polvos de una noche cualquiera, la monotonía de lluvia tras los cristales, el fluir de líquidos inflamables por mis venas. No preciso que seas partícipe de ello, al igual que un espectador sin voz ni voto en un espectáculo, porque no eres importante. Si te vas, cierra la puerta al salir.
Si quieres, perdóname por no poder quererte, y si no quieres, da igual, haz lo que te convenga; ódiame, tal vez así sea mejor. Te lo he dicho y te lo repito, todas las veces que sea necesario. No me mereces, no te merezco, somos dos lunas.Y tal vez, puede ser, sienta no poder quererte. Quizás sea así, que lo sienta de verdad. O no.
Te niegas a ver mi verdadero interior. Siempre estás disculpándome, justificándome, intentando sacar a la luz lo bello que pueda quedar en mi interior. Aunque te odie, aunque te rechace, aunque te evite, aunque pase de ti, aunque calle antes de confesar, aunque haga de tu vida un infierno. Estás empeñado, pese a todo, en quererme. Yo estoy muerta, muerta en vida; tú no puedes cambiar ese hecho. Permíteme escapar de tus brazos, que intentan asirme en medio de un latido que no es real; permíteme irme de tu lado, que me agobia la proximidad asfixiante que profesas.
Todo es caos. No intentes pasar días sin dormir, no trates de cambiar. Conoce a lo mejor de cada casa, frecuenta a la peor calaña de la sociedad, haz lo que quieras; menos no dejarme escapar, para poder perderte conmigo y no volver.
Grítale al cielo que no me puedes odiar, pues no me voy sin dar explicación, no existe un vacío en el que desvanecerse. Déjame dibujar rayuelas con mis venas rotas, cuya sustancia arde por tu presencia, y aléjate; no me dejas pensar con claridad. ¿Qué hago yo frente a esos ojos verdes que me buscan todo el rato, que me admiran, que me suplican?¿Y que haré yo si tus finos labios intentan acercarse más de la distancia mínima de seguridad?¿Y qué habría de hacer si no puedo quererte como tú a mí, por más que me duela no poder ser empática? No quiero estar, no quiero fingir, no quiero tratar de quererte.

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