Translate

lunes, 25 de agosto de 2014

El tiempo no perdona.

Y entonces, llega el día de después. El día en el que te tienes que mirar al espejo, sin vomitar ante tu propio reflejo. Mirarte con los ojos abiertos, la mente alerta y el alma preparada. Y no llorar. No sentir lástima por ese despojo de la sociedad, que se ahoga en estupefacientes y barbitúricos. Porque así lo has querido. Has querido convertirte en un ser que daña a los demás, y no se compadece de ellos, nunca. Nunca te compadeces de ellos, sólo de ti mismo: del dolor que sólo sabes causar, de la tristeza que te asfixia las venas, del aura insalvable que te rodea.
En verdad, jamás quisiste convertirte en eso. Siempre juraste que nunca te alcanzaría la oscuridad. ¿Pero dónde vas ahora? Mírate, con total visión de ti mismo, y juzga si eres un modelo a seguir. Dices que quieres cambiar, que quieres alcanzar la luz, que quieres ser una bella persona. Te lo propones, sin cambios. ¿Seguro que quieres cambiar?¿Que no estás cómodo en tu trono de espino? Si de verdad quisieses cambiar, ya lo habrías hecho. ¿Dónde vas, bala perdida?¿Tienen algún valor tus promesas?
Te acuestas por las noches con monstruos, temidos por los que habitan debajo de tu cama. Luego, hasta la saciedad, mantienes sexo sin cariño alguno, con aquellos que yacen con pupilas dilatas bajo tu cuerpo. Y te despiertas cada mañana, con esa sensación de vacío de afecto real y sincero. Porque ya no tienes alma. La perdiste hace tiempo, en alguna cama donde te desengañaste de que existe el amor.
Dejas la voluntad de ser alguien mejor a la puerta de cada habitación, apoyada en el exterior, para que no te moleste. Encima del colchón, sólo vas revestido de piel, teñido de lujuria, falto de compasión. Y te abandonas a la sobriedad de la oscura primavera, olvidando quién eres, quién fuiste una vez.
Por añadidura, jamás frenas ante nada, incluso si llegan las lágrimas. Aunque surquen tu rostro, sonreirás con esos dientes afilados, y les dirás a todos que estás bien, demostrando lo fuerte que puedes llegar a ser.
Porque te has convertido en un monstruo sin corazón, y ya nadie consigue salvarte.
Hay días aún peores, días en los que ves al mismo ser del espejo, y sonríes con maldad y satisfacción, recordando todo el daño que hiciste a quien, en el fondo, sabes que no se lo merece.
Cuando todo se quiebra a tus pies, se produce en ti la tristeza loca que te hace reír. Cicatrizan las heridas de los puñales que te clavaron, al igual que cicatrizan las costuras abiertas, donde tenías las alas. Se pausan los desbocados latidos, vuelves a desengañarte fríamente con la cruda realidad.
Las decepciones, una tras otra, vuelven a tu cabeza; y recordando que más de una vez estuviste jodido, te embarga la felicidad al comprobar que, esta vez, no te ha tocado a ti perder. Esta vez eres tú quien abre nuevas heridas, o que se creían cerradas; y se relame al comprobar que, sangre de color rojo escarlata, sale a borbotones del acertado objetivo, inundando todo con olor a nunca planeada derrota.
Bien sabes que la felicidad no es para siempre, que volverás a caer; pero mientras haya algo a lo que aferrarse, que consiga extorsionarte una sonrisa, vas a seguir por ese camino, aunque sea el más cruel y enrevesado. Si implica mostrar tu verdadero interior: árido, retorcido, devastado, tenebroso, monstruoso; lo harás igual. Por aquellos que te importan, por si quieren alejarse, asustados de lo que eres; no eres quién para retenerlos a tu lado, y puedes caminar en soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario