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miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cero.

<<Dedicado a todos los ángeles.
Especialmente, a dos.>>

Qué bien se te dio siempre quitarme la ropa, despacio, mientras te abrigabas el corazón.
Y hacerme sufrir con dulzura, vistiéndome los ojos de negro entre rosas y navajas.
Casi parecía que me amabas más de lo mínimo que te amas a ti mismo.
Qué bien se te daba sacarme de paseo y lucirme como si fuese un premio.
Y hacerme de menos con más, limitándome a la jaula para pájaros triste(s).
Casi conseguías que me fallase la voz al cantar repetidamente tus palabras.
Qué bien se te dio siempre guardar celosamente lo nacido para ser libre.
Y hacerme sangrar limpiamente como si ello fuese símbolo de pureza.
Casi llegabas a cubrirme el cuerpo con tu sombra suspendida por un hilo.
Qué bien se te daba hacerme temblar las piernas y hasta las pestañas.
Y hacerme creer que eso merecía la pena soportarlo por ti.
Casi provocabas que gimiese y olvidara que no te gustan los escándalos.
Qué bien se te dio relegarme y regalarme a las aguas que casi me ahogan.
Y hacerme tragar todo tipo de cosas por no cabrearte más de lo normal.
Casi extirpabas la luz al final de las pupilas que más de una vez sentí morir.
Qué bien se te daba sonreírme con firmeza y despertar todos mis demonios.
Y hacerme bailar en las palmas de tus manos mientras las mías cerraban nerviosas.
Casi desestabilizabas la estructura arbórea extendida por el mundo imposible.
Pero qué mal, joder, se te dio cortarme las alas.
Y qué mal, joder, se te dio envenenarme los órganos.
Casi, joder, casi lograste (in)utilizarme.

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