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jueves, 18 de diciembre de 2014

Antropomorfia.

No te digo cuando empiezo a sentir frío en el cuerpo y no estás para abrazarme y protegerme del invierno, que se hace eterno sin ti. No te digo cuando me doy la vuelta y deseo encontrarte sonriendo, con los ojos iluminados por el sol de mediodía. No te digo cuando escucho el portazo de la entrada y salgo a recibirte, como casi siempre que se me olvida que ya no vas a volver. No te digo cuando imploro que resuene el eco de tus pasos por el pasillo, con ese ruido tan característico, pero poco va a sonar ahora sobre el parqué.
No te digo cuando me despierto a cualquier hora y el silencio se acopla a mis labios, muda de ausencia y rota de esperanza. No te digo cuánto llega a molestarme si alguien ocupa la cabecera de la mesa, porque tú deberías sentarte frente a mí. No te digo cuando dejo un proyecto a medio hacer y nadie me grita que siga, el vacío que me recorre y paraliza durante segundos. No te digo lo estúpida que me siento cuando me visto a prisa y corriendo, y te llamo una sola vez en alto para no llegar tarde una vez más. No te digo que ya no me duele pasear entre lugares repletos de flores. No te digo que convergen la noche, la tarde, la mañana y el amanecer en una carretera a orillas de la costa. No te digo cuando vuelo bajo tu mente pero más alto que cualquiera, sólo cerrando los ojos mientras mi mente se colapsa de melodías. No te digo cuando me encuentro la cama deshecha y desordenada, mientras la rabia se apodera ante el frío que la cubre. No digo que no te quiero, porque pase lo que pase, me es imposible no quererte.

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