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lunes, 11 de julio de 2016

Esperpento.

Así te ves ahora: una mueca triste en una escala de grises que administra el tiempo que queda. ¿Y quién, o qué, es esa silueta en el espejo? Ya no es la que fue antaño. Juraría que solía estar llena de vida, sonriendo de pura felicidad, no ocultándose detrás de una sonrisa pintada. Pero los tiempos felices terminaron hace mucho, ¿verdad? Antes casi de que puedas recordarlo, antes de horrorizarte por las magnitudes de la brecha emocional.
Bien sabemos que palpitas al claro de luna, en sepulcral silencio, tratando de drenar toda la tinta que se aglomera entre tu piel y tu alma. Qué fría y pálida te ves en ese entonces, ¿o dirás que no pareces muerta en vida? Es como si el mármol se hiciese acopio de tu cuerpo, y aunque pronunciadas costillas se puedan sentir cálidas, están heladas. ¿Quién podría decirte cálida, en verdad?¿Te han acariciado más profundo de la dermis? Mantienes la temperatura metafísica bajo cero, cuidando al detalle que todo esté bajo control. No querrías enfrentarte otra vez a lo desconocido para que venga a desorganizarte los esquemas de amor propio -aún inconclusos-.
De todas formas, eso que dicen corazón no es más que los últimos latidos de una ilusión marchita, cenizas ardientes al igual que la última calada que mata y corta el aire. Se ralentiza cuantos más amores y desamores, vaciando tu cuerpo de cualquier estado de ánimo que no sea indiferente, y ya deberías saber que no te estoy hablando de un único cada vez, señorita. Prometo que querría salvarte de la oscuridad que te absorbe e imanta, aunque nunca termine por poseerte, pero eres tan difícil, cariño... ¿Quién iba a enfrentarse contra viento y marea?¿Quién querría arrastrarte a la vida si tú le llevas antes a la muerte?

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