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viernes, 12 de septiembre de 2014

Bucle temporal.

Ojos tentadores, labios mortales. Esculpida a cincel en cálido mármol, musa inspiradora de poetas muertos. Cierra los ojos y se deja llevar, otra vez al país de Alicia, donde ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos, ni los cuerdos son tan cuerdos ni los locos son tan locos, ni los caballeros mantienen las formas ni las damas pierden la cabeza, ni las putas usan ligas ni los santos son sólo remedios.
Cansada de que siempre la tuviesen entre la espada y la pared, arrancó de cuajo sus alas, culpables de intentar volar sin poder desplegarse, permitiendo que se desgastasen con el paso del tiempo en su ataúd. Y aún ahora, vuelve a colgarse del jirón de las sábanas que destrozó por entonces, para poder escapar de aquella habitación donde dormía profundamente una fiera.
Decidió escapar y conocer lo que significa libertad, sin saber que todo duele en exceso. Cuántas veces ha intentado volver a encerrarse y ya no salir, consumirse en soledad. Todos los errores se le han clavado en el alma como flechas envenenadas y han dejado cicatrices y restos de maldad en su organismo. Y no quiere abrirse de nuevo. No quiere que traspasen sus barreras. Pero es imposible que su corazón bondadoso se refrene mucho más, de nuevo deseoso de alzar el vuelo. Sabe que debe aguantar lo que pueda, mientras aún le queden alicientes de cordura, antes de que muera la oscura primavera.
La oscura primavera, que tantas veces la había salvado de que la destrozasen sin compasión. La oscura primavera que asolaba las habitaciones, donde la ropa caía al suelo como hojas de árbol, y florecían margaritas teñidas de sangre en la alfombra. La oscura primavera, que criaba cuervos que le besaban las pestañas, y descongelaba mares para que pudiese guardar más barcos hundidos. La oscura primavera, que enredaba madreselvas en el cabecero de latón, e incendiaba las sábanas donde habitaban pájaros de fuego. La oscura primavera, que teñía el silencio con gritos aullantes a la Luna y asesinaba el romanticismo con erótico humo de cigarrillos.
Morirá la oscura primavera, primavera larga que se apropia del verano, y lo exprime sin compasión. Llegará el mustio otoño, repleto de bosques tenebrosos acompañados por solos de violín, apestado de tiempo detenido que acecha infinito sobre las lámparas. Tornará el invierno azul, a rebosar de abrazos faltos de calor asfixiante reclamado, lleno de esqueletos de la vida que un día quiso probar.
Y volverá tal vez, una primavera exuberante de rosaledas sin flor, insectos ahogados en cloroformo y rayuelas de fuego en los charcos. O llegará otra nueva primavera oscura, mientras bailará al borde de un acantilado confundida y malherida, dejando de nuevo en manos de Fortuna su astillada cruz.

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